EL HOMBRE QUE MURIO DE DECADENCIA Esto era un hombre. Un hombre normal y corriente, que de tan normal que era, trabajaba de operaci˘n l˘gica NOR. Su vida transcurrĦa pl cida domingamente, de forma totalmente normal, desde incluso. Pero un dĦa le ocurri˘ algo no muy normal. De repente y sin propon‚rselo, empez˘ a pensar en una puerta. Una puerta cerrada. No le di˘ importancia y sigui˘ con su normal existencia. Pero la puerta se le aparecĦa cada vez con m s frecuencia. Por alguna extra¤a raz˘n empez˘ a sentir inquietud. De alguna forma intuĦa que si esa misteriosa puerta se abrĦa... bueno, no sabĦa bien qu‚ ocurrirĦa, pero desde luego nada bueno. Nuestro normal hombre trat˘ de buscar una explicaci˘n l˘gica a lo que ya empezaba a obsesionarle. ¨A qu‚ viene pensar en una puerta cuando menos me lo espero? Y sobre todo, ¨por qu‚ ese miedo -ya no era simple inquietud- a que se abra? Probablemente, se trataba de alg£n trauma infantil; alguna experiencia desagradable con una puerta que al crecer olvid˘, pero que en un directorio profundo de su subconsciente se qued˘ con el atributo de s˘lo lectura. Su vida ya no era normal. Su Ħndice de operaciones l˘gicas err˘neas aumento hasta un escandaloso 34%, lo que hacĦa peligrar su puesto de trabajo. Decidi˘ pedir unas vacaciones alegando agotamiento psico-nervioso. Las vacaciones le sentaron bien. Casi habĦa logrado olvidar la puerta. Pero una noche, entre sue¤o y sue¤o... la puerta volvi˘ a aparecer, pero ahora... Ahora estaba ligeramente abierta. Un grito de desesperaci˘n escap˘ de la garganta de nuestro hombre, que despert˘ con sudores frĦos y respiraci˘n sofocada. ParecĦa que el kokoro le fuera a estallar. Era s˘lo el principio de la pesadilla. A partir de entonces la puerta se aparecĦa en sus sue¤os cada noche, y cada vez un poco m s abierta, lo que aumentaba su p nico... y a£n no sabĦa por qu‚. A ese ritmo pronto morirĦa por falta de sue¤o. El hombre anta¤o normal se habĦa convertido en una piltrafa humana. No dormĦa, no comĦa, no mesxeaba... empez˘ a pensar en el autosuicidio. La cuesti˘n era librarse como fuera de la maldita puerta que de forma tan inhumana le atormentaba. HabĦa perdido ya la cuenta de los dĦas que llevaba en tan agobiante situaci˘n y estaba ya pensando en c˘mo autosuicidarse... cuando de improviso sinti˘ una presencia a su lado. Abri˘ los ojos y vi˘ un tipo ataviado de tal guisa que, en circunstancias normales, habrĦa matado a nuestro hombre de risa. Llevaba la gabardina de Gilian Seed tras la que se podĦa observar la armadura de Popol˘n. En la cabeza el casco de James Burton, en los pieses las botas de Solid Snake, los pantalones llenos de tierra como El Hombre Que Muri˘ Exscarbando, en una mano el bast˘n de Fray y en la otra una Beppin como el prota del LemoN. ParecĦa un remix de personajes mesxesianos. El hombre ex-normal abri˘ la boca con la intenci˘n de decir no sabĦa bien qu‚... pero se di˘ cuenta de que, de todas formas, tenĦa la boca completamente seca, lo que le impedĦa articular palabra. Fue el extra¤o personaje el primero en hablar. - Imbestigaciones P‚rez. Hemos detectado una anormal concentraci˘n de potencial decadente en su casa. Tal vez vud pueda ayudarnos. Tras lanzar al imbestigador una mirada a medio camino entre la curiosidad que se siente ante un loco de mierda y el m s absoluto pasotismo, el hombre se desincrust˘ como pudo de la cama en la que llevaba media eternidad y media postrado, y se dirigi˘ a la cocina. Tal vez pensara en el suicidio pero no querĦa morir de sed. El imbestigador no se inmut˘ ante la indiferencia del otrora hombre normal. ParecĦa estar acostumbrado a que pasaran de ‚l. Pero sabĦa c˘mo conseguir que le hicieran caso. - DĦgame... ¨sigue cerrada la puerta? En un ipsofacto el vaso, del que s˘lo habĦan sido bebidos un par de tragos de agua mojada, cay˘ al suelo. El hombre se gir˘ con una velocidad angular tendiente a infinito. TenĦa los ojos increĦblemente abiertos para una persona que llevaba tanto tiempo sin dormir y unos segundos antes no estaba del todo consciente. Corri˘ hasta el imbestigador y le agarr˘ la gabardina. ParecĦa suplicar con la mirada. Unas l grimas de esperanza escaparon de sus enrojecidos y ojerosos ojos: tal vez aquel individuo serĦa su salvaci˘n. El imbestigador no cambi˘ su inexpresiva cara. Lo que hizo fue agarrar las mu¤ecas de la piltrafa, separ ndolas de su ya irremediablemente arrugada gabardina. Condujo al hombre, que no le quitaba los ojos de encima, hasta la primera silla que vi˘, y sin apenas esfuerzo lo sent˘. Busc˘ otra silla y se situ˘ frente a ‚l. Se quit˘ el casco, y tras dejarlo sobre la deshecha cama comenz˘ a hablar. - Existe una dimensi˘n perpendicular a la nuestra, la llamada dimensi˘n J, en la que s˘lo existen dos dimensiones y media. Hace algunos a¤os un konamim n loco consigui˘, mediante un esferulador positr˘nico en base dos y en complemento a tres, pasar de nuestra dimensi˘n a la dimensi˘n J. La piltrafa escuchaba sin entender nada. Pero escuchaba a su salvador. - El caso es que un ser habituado a nuestra dimensi˘n, que tiene tres Ħdems, tiene dificultades para moverse en una dimensi˘n con dos Ħdems y media. Para poder volver comi˘ un poco de la G (una materia supradimensional f cilmente condensable en una hoja de papel) que habĦa llevado consigo para por si las emergencias, con lo que cre˘ un espacio tridimensional a su alrededor, tras lo cual volvi˘ a nuestra dimensi˘n. La piltrafa asentĦa. Hasta parecĦa intersado en lo que su interlocutor explicaba. Le costaba creerlo, pero hacĦa el esfuerzo. Al fin y al cabo su integridad mental dependĦa, probablemente, de aquello de lo que hablaba aquel imbestigador. - El konamim n volvi˘, pero el espacio tridimensional permaneci˘ en la dimensi˘n J, y fue esparci‚ndose poco a poco debido al potencial dimensionatorio creado por la media dimensi˘n extra. El exnormal seguĦa escuchando con la misma expresi˘n inicial; su cara parecĦa un interrogante con ojos, nariz y boca. De repente el imbestigador pareci˘ enfadarse. La piltrafa casi se asust˘ ante el repentino cambio. - Usted no es consciente, pero el esparcimiento de un espacio tridimensional en una dimensi˘n bi&mediodimensional puede tener consecuencias catastr˘ficas. ­Es tan grave como si un ser naufr tico saliera de su zona esparciendo su faletismo por todo el planeta! La pobre piltrafa no tenĦa ni idea de lo que era un ser naufr tico, ni el faletismo, pero no se atrevĦa a decirlo. De todas formas, por la expresi˘n del imbestigador debĦa ser algo muy grave. - Cuando ese espacio tridimensional artificial llega a un cierto nivel de esparcimiento empieza a notarse un efecto infernal.- El imbestigador mir˘ al suelo con cara de preocupaci˘n. ParecĦa que le diera miedo continuar.- La... la decadencia. La piltrafa seguĦa sin comprender nada. El imbestigador lo mir˘ a los zohos y continu˘ su cada vez m s enfervorizada explicaci˘n. - La decadencia es... ¨c˘mo se lo explicarĦa? La decadencia es un estado en el que toda actividad posible, a£n las respectivamente favoritas, pierde su aliciente; si cuando est s decadente se te planta una japonesa delante lo £nico que har s ser  saludarla con cara de asco, si el director del ambodris te llama para pasar una noche en el Ħdem comiendo/usando/destrozando lo que te d‚ la gana dir s que no vas porque no tienes ganas de andar, si ves pasar a bil gates por la calle ni siquiera le tirar s un triste gapo... a£n sin haber hecho nada no puedes con tu alma... no tienes fuerzas ni para aburrirte, mira bien que te lo digo. Ahora era el apiltrafado hombre el que ponĦa cara de procupaci˘n. HabĦa entendido el significado de la decadencia, pensaba. Pero el imbestigador parecĦa leer el pensamiento. - No, amigo, no se puede comprender la decadencia hasta que no se ha experimentado. No pasa nada por estar un rato decadente, pero cuando la decadencia es permanente... las secuelas psicom˘rficas pueden ser irreversibles.- De nuevo mir˘ al suelo. Se pas˘ una mano por el pelo.- En estos momentos los habitantes de la dimensi˘n J sufren decadencia permanente. Pronto se volver n todos chuxtorpales. El imbestigador call˘ unos segundos, que fueron aprovechados por la piltrafa para hablar, por primera vez en mucho tiempo. Le cost˘ empezar. - Pe... pero... es terrible, pero... ¨qu‚ tiene que ver todo esto conmigo, y...- se asust˘ s˘lo de recordarlo -la puerta? Las miradas de los interlocutores volvieron a cruzarse. La del imbestigador tenĦa un injusto punto de recriminaci˘n, casi como si el apiltrafado estuviera obligado a conocer de antemano la respuesta que el imbestigador estaba a punto de dar. - La decadencia es un ente psĦquico muy fuerte. Si se concentra lo suficiente puede hasta incluso traspasar dimensiones... y la dimensi˘n m s cercana a la dimensi˘n J es la nuestra. - ¨Quiere decir... que la decadencia ha llegado a nuestra dimensi˘n?- respondi˘ la piltrafa, con el habla ya totalmente recuperada. - No, no es tan f cil. La decadencia no puede ir de una dimensi˘n a otra tan f cilmente como va dac  pall  en una misma dimensi˘n. Necesita establecer una conexi˘n interdimensional.- El imbestigador se¤al˘ a la piltrafa con el pulgar, que casi le clava en la nariz- Pero no se trata de una conexi˘n fĦsica.- Se volvi˘ a reclinar en su silla.- No, lo que la decadencia intenta establecer es una conexi˘n parasubnormal con uno de los entes de la dimensi˘n de destino, a trav‚s de un elemento simb˘lico-expresivo-anodino que sirva de referencia interdimensional para la decadente transferencia. La piltrafa volvi˘ a abrir la boca para no decir nada. Sin saber por qu‚ tenĦa la impresi˘n de empezar a comprenderlo todo, sensaci˘n que fue detectada por el imbestigador, que r pidamente continu˘. - Vuasted es el ente elegido, y la puerta es el sĦmbolo. A medida que la puerta se va abriendo su mente se va llenando de predecadencia, que es la materia prima de la decadencia. La energĦa psicoforme que su neur˘tica desesperaci˘n genera es el abono perfecto para la conversi˘n de la predecadencia en decadencia, que adem s es usada para seguir abriendo la puerta. La piltrafa no era capaz de cerrar la boca. - Cuando la puerta se haya abierto del todo, su mente ya tendr  la predecadencia necesaria para crear una cantidad de decadencia suficiente para establecer una conexi˘n interdimensional s˘lida. La conexi˘n quedarĦa definitivamente establecida tras la liberaci˘n de la decadencia, consecuencia de su autosuicidio. SĦ, vuecencia habrĦa acabado autosuicid ndose al no poder soportar la presi˘n psicolinge producida por la obsesi˘n pu‚rtica. El apiltrafado interrumpi˘ al imbestigador. - Un... un momento... pero si yo ya habĦa pensado en el autosuicidio. El imbestigador salt˘ de su silla y agarr˘ a la piltrafa for las pseudosolapas (llevaba una simple camiseta). Ahora era ‚l el que tenĦa los zohos plat˘nicos. - ­¨ Qu‚ nivel de apertura tiene la puerta ?! - Eh... pues m s o menos, como tres cuartos de lo mismo. El imbestigador solt˘ a la piltrafa y comenz˘ a pasear nerviosamente por la oscura y maloliente habitaci˘n. - Entonces no hay tiempo que perder. Hay que hacer algo antes de ya. - SĦ, pero... ¨lo cualo qu‚? El imbestigador se gir˘ de repente y se¤al˘ a la piltrafa, a la que consigui˘ asustar de nuevo. Hablaba casi a gritos. - ¨Sabe c˘mo funciona una vacuna? Si se introuduce un poco de virus en el organismo, ‚ste lo asimila y genera los anticuerpos adecuados. Pues bien, vamos a hacer algo parecido. - ¨C˘mo? - Existe en majorca una panda de individuos que se hacen llamar "la secta". Tienen un lenguaje propio, veneran unos ordenadores prehist˘ricos y no paran de decir chorradas... pero son unos expertos en el tema de la decadencia. SĦ, sufren continuos ataques de decadencia intermitente a la que han conseguido acostumbrarse, casi inmunizarse. Debe usted integrarse en esta "secta" y observar c˘mo reaccionan ante la decadencia; aprender, en definitiva, a dominarla. S˘lo asĦ podr  neutralizarla y, poco a poco, cerrar la puerta. Cuando est‚ cerrada a cal y canto volveremos a vernos para el tratamiento final. - ¨Que me integre? Comprendo, pero, ¨c˘mo? - No se preocupe, cuando detectamos el potencial decadente nuestro equipo de suplantaciones empez˘ a trabajar. Sabemos que un miembro de la secta se encuentra en basuralona estudiando audiovisuales, o algo asĦ. Estamos imbestig ndolo, cuando tengamos suficientes datos lo secuestraremos y le pondremos a vuaced en su lugar. - Pero notar n que no soy ‚l... - No se preocupe, le haremos un implante neurast‚nico con todos los datos recopilados, implante que reforzaremos con una transmisi˘n serie entre sus dos cerebelebros. Adem s podremos simular su cara con un nuevo invento, el PAINT 34. El problema es el cuerpo... vuasted es bastante m s delgado que el sujeto en cuesti˘n. Bueno, inv‚ntese cualquier historia; por ejemplo, diga que en la pensi˘n come muy mal. - Bien, lo que sea con tal de librarme de la puerta. - Recuerde: el objetivo es cerrar la puerta. Cuando lo haya conseguido p˘ngase en contacto conmigo. AquĦ tiene mi fon˘fono. Y ahora, por si le place, acomp ¤eme a mi laboratorio. Mientras usted examina los datos que ya tenemos sobre el sujeto, nosotros empezaremos a planear el secuestro. Los dos hombres abandonaron la casa de la piltrafa. De ellos dependĦa la salvaci˘n de todos los entes de nuestra dimensi˘n. S˘lo dios sabrĦa si lo conseguirĦan, si existiera. Mientras se dirigĦan al laboratorio arentro er coshe del imbestigador, el ya menos apiltrafado hombre contemplaba la luna lunera cascabelera, intentando imaginarse c˘mo serĦa una dimensi˘n con dos Ħdems y media. Y poco a poco consigui˘ algo para ‚l vetado hacĦa tiempo, algo impensable hacĦa unas horas. El hombre normal se durmi˘. Y so¤˘ que cerraba la puerta con la ayuda de la secta. Y dentro del sue¤o, el ya despiltrafado hombre dirigĦa a la secta estas palabras: "­Senquius veri muchas! ­Senquius veri veris! ­Hasta incluso!" "­Sin encambio!", era la respuesta de la secta. Y al llegar al laboratorio se despert˘. Sin saber por qu‚, presentĦa que integrarse en esa secta no iba a ser una experiencia desagradable. Mientras entraban en el laboratorio de Imbestigaciones P‚rez empez˘ a sentir cusiosidad por el personaje al que debĦa suplantar. El hombre normal recibi˘ un informe sobre el futuro suplantado. En la portada figuaraba su nombre, y una foto. Por alguna extra¤a raz˘n, le sonaba esa cara. FIN